Entre las diversas descripciones que se han hecho del Estado de México, ninguna me parece tan acertada que aquella en el que se le compara con los pasajes dantescos en el donde las almas se pasean por espacios “horripilantes” y sin dirección.
Resulta acertada dicha comparación si volteamos a ver municipios como Ecatepec, Ciudad Neza o Luvianos, donde Virgilio bien hubiera podido conducir a sus personajes; lugares donde se acrecienta la descomposición social y que mucho de esto, sino la mayoría, le es atribuido al grupo Atlacomulco.
Mientras más fuerza ha adquirido este grupo, mucho mayor ha sido la decadencia en la entidad en temas de corrupción y el descontrol en el crecimiento de asentamientos irregulares y el desbordamiento de excesos que se han vuelto incontrolables.
Parece ser que existe una fuerte correlación entre el enriquecimiento de los parientes del profesor Carlos Hank Gonzales, y el empobrecimiento y la disminución de los derechos fundamentales de los ciudadanos mexiquenses.
No es equivocada la idea de un “infierno” o “purgatorio” si se le compara con el auge del crimen organizado en sexenios de gobernadores priistas como Arturo Montiel Rojas y Enrique Peña Nieto, quienes convirtieron en esta entidad “en la tierra de nadie y en el feudo de todos”. Pero muchos aseveran, que fue durante el gobierno de Eruviel Ávila cuando la entidad pasó a ser un verdadero “infierno”.
No es secreto que en el Estado de México coexisten cárteles que con acuerdos de distribución, cubren al territorio entero; ahí operan sin temor todos los grupos de delincuentes más fuertes a los que se les ha temido por años. No es sorpresa que el estado tenga el mayor índice de secuestros en todo el país como feminicidios. La delincuencia urbana no es comparable a ninguna otra, según los estudiosos del tema.
Este escenario Dantesco parece no tener un rumbo ni una estrategia clara ni mucho menos alguien que guie al estado. Eruviel Ávila no piensa, no ejecuta, no implementa, no responde. Simplemente se reduce a ser un actor ausente.
Frente a este desalentador contexto, la familia Mazo parece no tener peso alguno ni oportunidad. El clan llega debilitado y con una idea de progreso bastante retrograda. Alfredo del Mazo es una la imagen de una dinastía ya caduca, un personaje debilitado por su familia y anulado por sí mismo por los tristes e incipientes resultados arrojados de cuando fue presidente del municipio de Huixquilican.
La interrogante central es si la candidata por el PAN, Josefina Vázquez Mota, sabrá capitalizar este momento de debilidad para el PRI y enfrentará al grupo de Atlacomulco para poner orden en este “inframundo”. Deberá ser firme, algo que está demostrando. Y hacer de su discurso, un mensaje de fortaleza con mensajes directos y contundentes dejando de lado la tibieza resaltando la urgencia de reformar lo que hay, o más bien, lo que no hay por culpa de políticos negligentes.
La candidata esta demostrando que tiene la altura y las agallas para hacer frente a problemas tan complejos y que es hora de acabar con los dinosaurios. Hasta ahora luce fortalecida, unida a los líderes de su partido incluyendo al expresidente Felipe Calderón y al presidente de la Comisión Nacional de Elecciones (CNE) Santiago Creel quien refirió que toda la plantilla de panistas en la Ciudad de México prestará su apoyo directo a Vázquez Mota.
Al tiempo…