Vacaciones ¿Para Todas y Todos?
¡Qué maravilla que llegaron las vacaciones! Lo que para tantos y tantas representa una simple elección de destino para el descanso -en el caso de contar con los medios para poder viajar, ¡claro está!- para otros, implica una decisión mucho más compleja de seleccionar entre pocas opciones de destino donde poder vacacionar. En este grupo se encuentran las familias con bebés, las personas mayores y las personas con discapacidad. La mayoría de las cifras a nivel global, calculan en la actualidad un 15% de población mundial con discapacidad, esto sin contar a bebés y personas mayores, etapas de la vida, la primera, que todos y todas hemos vivido y la última, hacia donde la mayoría anhelamos llegar.
El derecho humano al descanso y al tiempo libre nadie lo cuestiona. Parece que todas y todos lo entendemos – porque, seamos honestos, nos merecemos unas vacaciones – y, en consecuencia, ejercemos nuestro derecho. Aunque podría sonar absurdo, la realidad es que es un derecho humano tan importante, que se encuentra reconocido en el plano internacional, por ejemplo, en el artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en el plano nacional en los artículos 4 y 123 de la Carta Magna (así como en otras leyes de menor jerarquía). Es un derecho que no sólo tienen aquellas personas que trabajan, sino que se reconoce también la importancia del tiempo libre y la recreación para el desarrollo de todas las personas.
Si todos y todas tenemos el derecho a poder viajar y a disfrutar de vacaciones o tiempos de esparcimiento en igualdad de condiciones que el resto de los seres humanos, entonces, ¿por qué razón el Turismo para Todos y Todas dista aún de ser una realidad? En nuestro país, las personas con discapacidad, algunas personas mayores y las familias con bebés, no encuentran garantizada la accesibilidad en los medios de transporte, en los destinos turísticos, en las actividades de recreación, en la actitudes de la sociedad en general, en los procedimientos burocráticos para acceder a los apoyos y en los desplazamientos de cualquier tipo. Muchas personas requieren frecuentemente “de la ayuda” de sus amigos, amigas y familiares, para lograr gozar de la diversión que el resto puede disfrutar, sin ningún esfuerzo adicional al que ellos acaban requiriendo. No se trata de hacer un “turismo especial” para personas con discapacidad o adultos mayores -cuestión que ya están rentabilizando algunos destinos y empresas relacionadas con las vacaciones -sino de incluir en cualquier destino turístico, medio de transporte, espacio público o actividad de esparcimiento, las medidas de accesibilidad y ajustes razonables para que nadie sea excluido. Esto implica garantizar el derecho humano al descanso y al tiempo libre sin barreras de ningún tipo, especialmente para las personas con discapacidad.
Aprovechando estos días de vacaciones hacemos una invitación para reflexionar sobre nuestro derecho a gozar, en igualdad de condiciones, de los días, espacios, destinos turísticos y actividades de descanso y recreación. Es importante cuestionar las distintas barreras que obstruyen este derecho. Por ejemplo, la incongruencia de los cada vez más conocidos letreros que ostentan con orgullo los restaurantes y lugares de ocio señalando que: “En este establecimiento no se discrimina…por diversos motivos…”, ¿para qué los colocan si a la entrada se encuentran unas escaleras que impiden el acceso a personas en silla de ruedas? O preguntarnos ¿de qué sirve que el Estadio Azteca tenga una zona designada para personas con discapacidad si la única forma de obtener los boletos es acudiendo a las taquillas del establecimiento presentando documentación adicional?
Lo que urge en estas vacaciones es un poco de consciencia: la capacidad de reconocernos en el otro.
Gilda Ma. García Sotelo.
Renata Demichelis Avila.
Concordia, Consultoría en Derechos Humanos.
http://www.concordiadh.com